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El legalismo o legismo (chino 法家 pinyin fǎjiā, escuela de 'métodos' o 'estándares')[1] fue una escuela filosófica china que se centraba en la filosofía política, las leyes, la realpolitik y la gestión burocrática.[2] Ignorando en gran medida la moralidad o las visiones idealizadas de cómo debería ser la sociedad, se centraron en el gobierno pragmático a través del poder del autócrata y el estado. Su objetivo era lograr el orden social, seguridad y estabilidad.[3] Siglos más tarde, las ideas del legalismo influyeron en las del régimen maoísta.[4]
Una figura clave de esta escuela fue el administrador y filósofo político Shen Buhai (c 400-337 a. C.).[5] Otra figura central, Shang Yang (390-338 a. C.), fue un destacado reformador que transformó el estado Qin en el poder dominante que conquistó el resto de China en 221 a. C.[6] El sucesor de Shen, Han Fei (c.280 - 233 a. C.) sintetizó el pensamiento de los otros legalistas en su texto homónimo, el Han Feizi, uno de los textos legalistas más influyentes que fue utilizado por los sucesivos gobernantes chinos como una guía para el gobierno y organización burocrática del estado imperial.[7][8]
Sus teorías representaban los intereses de los terratenientes. Tenían una visión materialista del mundo, plasmada en la frase El hombre vence al cielo (tian) con lo que se oponía claramente al confucianismo. También defendían el Gobierno mediante las leyes que se oponía al Gobierno mediante los ritos de los confucianos.
Una máxima del legismo era «cuando la época cambia, las maneras cambian» y su principio fundamental era la jurisprudencia. En este contexto legismo significa «filosofía política que mantiene la regla de la ley», distinguiéndose así del sentido occidental de la palabra.